martes, 26 de junio de 2007

Recuerdos

No me gusta escribir cosas tan largas, pero necesitaba desahogarme.
Hoy no fue un buen día...
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Mi mamá solía decir que yo era "una sarmientito" porque empecé a ir a clases cuando tenía 2 años.
Primero fui a un maternal en Ciudad Sokete, pero a mis 3 años de edad nos fuimos de ahí, nos vinimos a la capital de ésta provincia y me inscribieron en un Jardín de Infantes común y corriente en el que usábamos delantal celeste y al que iba por la tarde.

Luego, cuando ya era una nena grande de 6 años, comencé a ir al primario y a un nuevo colegio, donde usaba uniforme, donde iba por la mañana y por la tarde, donde me enseñaban inglés y donde no tenía amigos.
No se imaginan cuanto me costó armar un grupo de amigos, el cual, como es normal, se fue transformando y/o renovando con los años. A todos los recuerdo de la mejor manera posible, porque todos fueron buenos conmigo.

Pero hay tres personas que aún ocupan un lugar en mi corazón; pero que lamentablemente ya no forman parte de mi vida diaria.

La primera es Camila, fue mi primera amiga, mi primera compañera de banco. Recuerdo mi primer día de clases en ese nuevo colegio, recuerdo que no conocía a nadie. Sonó el timbre, nos formamos en fila, hubo acto y después entramos al grado. Los varones tomaron un sector del aula, y las mujeres otro. Se peleaban entre ellos porque todos querían compartir el banco con todos (eran asientos dobles), ya que la mayoría de ellos venían juntos desde el Jardín. Recuerdo estar parada en un rincón, un poco asustada porque no conocía a nadie; de pronto Miss Alicia me preguntó donde me quería sentar dándose cuenta en ese mismo instante que yo era nueva en el colegio. Me hizo sentar con la única nena que aún no tenía compañera de banco, esa nena era Camila.
Camila era una nena petisita, con carita redonda, rulos y muchas pecas. Nos hicimos amigas en ese instante y desde ese día fuimos inseparables. Nos contábamos todo, compartíamos todo, iba siempre a su casa o ella venía a la mía. No recuerdo ni cuando ni por qué dejamos de ser amigas, tal vez fue por algo que yo hice o algo que hizo ella o por algo que hicimos ambas. Honestamente no lo recuerdo.
Ahora Camila es mamá. Tiene unas mellizas hermosas, pero no me parecen tan adorables como yo la recuerdo a su mamá.

La otra persona es Laurita. No recuerdo ni el día exacto que nos conocimos ni el día que nos hicimos amigas. Pero sí recuerdo que era una gran persona, una gran amiga y que tenía un corazón de oro. Su papá era dueño de una “Fábrica de Miel”; tenía muchísimas colmenas, y se dedicaba al envasado y venta de miel. Por lo menos dos o tres veces por semana, llevaba al colegio “mielcitas”, que eran como cápsulas rellenas de miel y nos convidaba siempre a todos.
Recuerdo la fiesta de su Primera Comunión, recuerdo sus fiestas de cumpleaños, recuerdo a su familia.
Nos hicimos un poco más grande, llegamos a 5º grado. Ese primer día de clases decidimos sentarnos juntas (creo que era la primera vez que me alejaba de Camila); entramos al aula, tuvimos clases, se hizo el horario de salida y cada una se fue a su casa. A la mañana siguiente Laurita faltó al colegio y volvió a faltar a la tarde. Pasó una semana y ella seguía sin ir al colegio. La llamé por teléfono a su casa, me dijo que estaba enferma, pero que sigua guardando su lugar porque en cuanto se mejorara ella iba a volver. Llegaron las vacaciones de Julio y en el libro de asistencias ella tenía ausente todos los días. Un tiempo después vino la directora de la mañana a explicarnos lo que le pasaba a Laurita, pero no recuerdo lo que dijo. Sólo recuerdo que perdió el pelo, que adelgazó mucho y que iba y venía de Buenos Aires constantemente. Terminó el año y Laurita nunca fue al colegio.
Yo le escribía cartas pidiéndole que se mejore y trataba de ir a visitarla lo más seguido posible.
Llegamos a 6º grado y Laurita no estaba ni inscripta en el colegio. Sus hermanos tampoco. El costo de la quimioterapia superaba el presupuesto familiar, y ya no estaban en condiciones de afrontar los gastos que demanda un colegio privado.
Un Domingo le pedí a mi papá que me llevara al sanatorio donde estaba internada Laurita, pero no me dejaron verla. Yo no sabía por qué. Años después alguien me dijo que los niños no pueden entrar a Terapia Intensiva.
Un sábado arreglamos con Camila que nos íbamos a juntar a jugar a las Barbies en mi casa. Era 1º de Mayo, hacía frío y no recuerdo quien fue la persona encargada de avisarme que Laurita se había ido al cielo. No lloré, porque sabía que allá iba a estar mejor; Camila creo que tampoco lloró, y esa tarde jugamos juntas a las muñecas. Las dos decidimos quedarnos con la imagen viva de Laurita viviendo en nuestros corazones.
La tercera persona es Matías. En mi grado éramos todos bastantes desobedientes y la única amenaza que parecía funcionar por nuestra maestra para conseguir unos minutos de silencio era: “Si no se callan, los cambio a todos de lugar y se van a sentar varones con mujeres”
Automáticamente nos quedábamos callados, era lo peor que nos podían decir, las nenas los veíamos a los nenes como si fueran diablos y ellos nos veían a nosotras como los seres más horribles del mundo. Tanto nos amenazaba nuestra maestra, que con el tiempo dejamos de creerle; hasta que un día se enojó y cumplió lo prometido.
A mi me sentó al lado de Matías. Qué bronca le tenía a mi señorita! Yo quería seguir sentada junto a Camila!
Quién diría que Matías iba a convertirse en uno de mis mejores amigos de la infancia? Fue mi primer amigo varón, y lo empecé a querer hasta que lo quise un montón.
Matías era uno de los más tontos del grado (así le decían a los que de vez en cuando desaprobaban alguna prueba), y tenía un olor muy particular. Muchos chicos le hacían burla, eran malos con él y ninguna de mis compañeras gustaba de él. Pero yo lo mismo lo quería un montón.
Sus fiestas de cumpleaños eran en Julio y eran las mejores. Su mamá, Buby, era muy pero muy creativa. Un año nos sorprendió a todos con una kermés, en otra oportunidad con una fiesta de disfraces, pero el mejor cumpl
eaños de Matías fue cuando su mamá organizó un campamento para todos. Ella consiguió todo: carpas, gente que la ayude, transporte, todo. Lo único que teníamos que llevar era una bolsa de dormir, unos cubiertos, un poco de ropa y muchas ganas de divertirnos.
La pasamos tan pero tan bien, que los campamentos se convirtieron en algo cada vez más frecuente. Cada vez que había algún fin de semana largo, ya sabíamos que seguro Buby nos llevaba de campamento. Obviamente no iban todos, porque había padres inseguros, pero yo iba siempre. Tenía asistencia perfecta en todos y cada uno de los campamentos. Amaba esos fogones en medio de la naturaleza, rodeada de de tanta gente linda de alma.
Unos años después Matías se fue del colegio. Se cambió a uno que no era de doble jornada, pero los campamentos se seguían haciendo; incluso ahora éramos grupos de chicos de distintos colegios y de distintas edades (porque Matías tenía un hermano más grande y una hermana más chica)
No recuerdo cuando fue el último campamento, pero me quedan cientos de recuerdos hermosos e imborrables en mi mente y en mi corazón.
Con Matías mantuvimos el contacto hasta que terminamos el secundario. La última vez que hablamos uno de los dos le debe haber dicho al otro: “un día de estos te llamo”; pero ese día se convirtió en años.
Hace casi dos años me imaginé que su dirección de mail era su nombre y apellido, y lo agregué a mi MSN, pero nunca lo veía conectado. Un tiempo después lo llamé a la casa de su papá, pero me dijeron que no estaba. Después lo llamé a lo de su mamá, y tampoco estaba. Dicen que la tercera es la vencida, y así fue: una noche llamé a la casa de su mamá, me atendió ella y tuvimos un diálogo más o menos así:
Yo: Hola, buenas noches, se encuentra Matías?
Buby: Sí, quién habla?
Yo: Peperina.
Buby: Qué Peperina? La Peperina que yo conozco?
Yo: Buby? Sí, soy yo...Cómo estás?
Buby: Ay Peperina! Tanto tiempo! Qué gusto hablar con vos! Cómo estás?
Yo: Bien, todo bien por suerte. Vos? Tus cosas?
Buby: Todo bien. Ay! No puedo creer que seas vos! Qué estás haciendo? Estás estudiando?
Yo: Sí, estoy estudiando medicina.
Buby: Qué lindo! Y como va?
Yo: Ahí...maso
Buby: Hace un tiempo nos estábamos acordando de vos, de los campamentos, de las chicas...
Yo: Sí, los campamentos...Sabes una cosa Buby? Fue una de las mejores épocas de mi vida esos viajes, y todo fue gracias a vos. Nunca me voy a olvidar de esos momentos, porque fueron increíbles, los mejores...
Buby: Sí, realmente la pasábamos muy lindo...
Yo: Sí...la verdad
Buby: Bueno Peperina...un placer hablar con vos. Espero que nos veamos pronto.
Yo: Gracias Buby, para mi también es un placer. Te mando un beso grande.
Buby: Otro para vos, ya te paso con Matías....Matías! Teléfono, es Peperina!

Me pasó con Matías, nos pusimos al día y otra vez prometimos vernos un día de estos. Pero otra vez pasaron los años y nunca nos volvimos a ver. De vez en cuando me manda algún mail en cadena; una vez le mandé un mail de verdad en el que le decía que me gustaría verlo, pero nunca contestó. Yo no lo volví a llamar porque no quería que pensara alguna tontera.

Esta mañana me levanté, y mientras se calentaba la leche de mi desayuno, empecé a hojear el diario de atrás hacia delante como hago siempre. En la última hoja salen los avisos fúnebres (yo nunca los leo, me parece morboso), pero hubo “algo” que me llamó la atención y los leí.

Murió Buby. No es justo que haya muerto alguien tan increíble como ella. Corrí a contarle a mi mamá, y lloré casi toda la mañana.
Le mandé un mail a Matías, pero no creo que responda.
Ya sé que hace muchos años que no la veía a Buby, pero lo mismo me puso muy triste la noticia.

1 comentario:

Canela dijo...

Leer el final me agarró mucha tristeza.
Generalmente, nadie tiene un amigo de por vida, o sea desde la infancia hasta el día de hoy, es muy pero muy difícil mantener una amistad duradera.
Yo tengo un grupo de 8 amigas que nos conocemos desde el jardín y nos seguimos re viendo pero claro, mis sentimientos por cada una cambiaron, una de ellas fue mi mejor amiga y lo curioso es que al final mi mejor amiga es otra de ellas.

Todo siempre cambia, alguien muere, se muda re lejos, se cambia de colegio (yo en este año vi a dos compañeros que se habían ido de la primaria pero por supuesto la amistad ya no era la misma y no nos vimos más aunque nos intercambiamos e-mails).

Tu historia es algo común para la humanidad, a todos nos es conocida...

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