jueves, 5 de julio de 2007

Mi Buen Humor (1º Parte)

Me considero una persona de muy buen carácter.
Generalmente estoy de buen humor. Es muy raro verme enojada; sí puedo llegar a estar triste, pero estar enojada o furiosa con alguien por cualquier razón, es casi imposible (nunca digas nunca)

Me gusta muchísimo hablar. Soy capaz de entablar una conversación con cualquier ser viviente que pase a mi lado; lo saludo al colectivero, converso con la persona que está sentada a la par mía en el ómnibus, saludo con una sonrisa y un “Buen Día” al pobre señor que barre la vereda todas las mañanas; si me cruzo con un perro también lo saludo y si llego a ver un gato le hago un “ruidito” tratando de llamar su atención; tampoco me voy de un bar o de un restaurante sin antes darle las “gracias” al mozo; y jamás en la vida saldría de una clase de la facultad sin antes decir “Muchas Gracias Profesora, nos vemos la semana que viene”.

No me enojo cuando me dan caramelos de vuelto.

Tampoco me levanto de mal humor y soy capaz de pasar la pelota (que cayó 20 veces en mi fondo de mi casa en la misma tarde) a mis vecinos de la izquierda.

En fin, soy una persona sociable, de buen carácter y muy educada.

Debe ser por eso que trabajé casi un año y medio de recepcionista en un restaurante. Se podría decir que tengo “tacto” para tratar las personas.
Estoy convencida que con una buena sonrisa una puede calmar a cualquier bestia animal mal humorada.

Pero (siempre hay un pero), hay ciertas cosas que logran sacarme de mi buen humor diario. Una son los colectiveros que no dan bien el vuelto y/o gritan “háganse pa’ tras, que el fondo ta’ vacío”; también me idiotiza un poco el exceso de calor (más si estoy viajando con un colectivero como el que nombré); las vendedoras de los negocios que me reciben con mala cara (nena, acabo de entrar, no te hice nada); pero lo que logra sacarme totalmente de mi buen humor y convertirme en una “cosa mal humorada atrevida” son: en primer lugar mis vecinitos de la derecha y en segundo lugar las secretarias de consultorios médicos.

Mis vecinitos de la derecha son tres: dos varones y una mujer. Con la nena, dentro de todo, está todo bien, no me molesta en lo más mínimo. Pero esos dos bichos rubios de sexo masculino me IDIOTIZAN, no los puedo ver, no los soporto (y por favor no me hagan hablar de la madre porque no termino más); ella nunca les enseñó cinco palabras fundamentales e indispensables para poder convivir en armonía en este mundo: “Por favor” – “Buenas Tardes” – “Gracias”
Tanto le costaba a esta señora, siempre tan bien vestida, enseñarle esas 5 pequeñas palabras a esos dos monstruos?
Tocan el timbre de mi casa en horarios totalmente desubicados. Jamás saludan y nos dan ORDENES como si mi mamá y yo fuéramos sus empeladas (por no decir esclavas, que así se deben sentir esas pobres mujeres que tuvieron la desgracia de trabajar en esa casa)
Por el único motivo que se dignan a mirarme y/o acercarse a mi casa es para decir:
“Dame mi pelota” o si se desea una expresión más larga “Se me cayó la pelota” (siempre se dirigen a mi con cara de asco)
En el verano me HARTE: venían a la siesta, tocaban el timbre, me veía obligada a salir de mi hermoso dormitorio con aire acondicionado (en el cual estaba durmiendo una pequeña siesta de menos de una hora porque tenía que volver al trabajo), para ir al fondo en medio del calor (les cuento que por ésta zona de la Argentinas tenemos Sensación Térmica de 45º C, vieron?) a buscar su pelota.
Me cansaron, un día vino de ellos y les dije que a la siesta NO devuelvo más la pelota y que era la última vez!!!!
Me miró con la misma cara de asco de siempre, se dio media vuelta y regresó a su casa.
Al otro día, a la misma hora, la historia se repitió. Pero ya estaba histérica y NO les devolví la pelota hasta la noche.

Tiempo después, mi adorada perrita cocker le rompió la maldita pelota. Que feliz me sentí ese día (solo que la principio estaba medio preocupada porque yo creía que era de mis vecinos de la izquierda, y tenía miedo de que pensaran que la habíamos roto a propósito, pero por suerte no fue así, era de los diablitos de la derecha)
Fue un placer decirles que mi mascota les había destruido el juguete.
Mi perra, Olivia, es la que hace justicia por mi. Les rompió la pelota y, en otra ocasión, dejó sus dientes marcados en la pierna de uno de ellos. Gracias Oli!

Después cuento por qué las secretarias de consultorio médico también son capaces de eliminar mi buen humor.

2 comentarios:

Araña Patagonica dijo...

tendrias que hablar con la madre (señora maleducada pero muy bien vestida) y explicarle que la proxima vez que te toquen el timbre y te pidan imperativamente que les devuelvas la pelota, les vas a largar el dogo asesino que tenés escondido en el lavadero.. jajajajaj
hay gente muy maleducada, desubicada y por sobre todas las cosas, se cagan en lo que son los principios de la convivencia.

quiero anecdotas laborales..

saludetes

Canela dijo...

Todo me pone de mal humor, aunque sea una cosita, pero me pone de mal humor hasta que cuando estoy sonriente (de milagro), me miran y me dicen "calmate, estás de mal humor, cambia la cara".
Uf, pero obviamente, no soy del todo amargada pero me enojo facilmente, como verás, en la capital federal, todo es siempre malo malo. Cuando saludo a un colectivero o a una viejita linda en la calle y me responden con la cara "¿qué hacés saludandome? te ganaste una loteria?". Así que jaja, les contesto de la misma manera entonces.

Lo que me saca de quicio son las malas costumbres, como las malas conductas, las bromas pesadas, los que me gritan tanto, el desorden, etc. etc, si escribiría una lista, sería demasiado larga.

EN FIN, tu perrito es un idolo!! aguante!

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