miércoles, 8 de octubre de 2008

Pasos

Hubo una época en la que me conectaba todos los días con un solo fin: escribir algo en mi blog.
Pero algo pasó que hizo que ese objetivo diario que tenía se esfumara.
Tal vez estuve deprimida un tiempo, y es posible que por esa razón haya sentido que no había nada emocionante y/o interesante para contar.
Creo que sólo escribí dos o tres veces en todo lo que va del año. Y no escribí porque honestamente sentía que era al vicio hacerlo.
Sin embargo, hice una especie de retrospectiva de este año y me di cuenta que pasaron muchas cosas. No fueron todas cosas buenas, pero la verdad es que tampoco ocurrieron cosas malas.

El primer gran paso de este año fue empezar terapia. Ella se llama Susana, es una mujer joven, tal vez de unos 40 años. Susana es la principal responsable de cada uno de mis cambios. Ella no me obligó a hacerlos, pero sí impulso cada cosa que decidí; siempre me comprendió y es una persona que me hace sentir que puedo contar con ella.

Luego de varias sesiones de terapia, me animé a dar el GRAN paso de mi vida. Hice algo que realmente deseaba hacer hace muchísimo tiempo, pero no juntaba coraje para hacerlo, ni siquiera me animaba a decirlo en voz alta: dejé medicina.
Cuando logré expresar todos los motivos por los cuales sentía que esa carrera no era para mi, sentí que me saqué una gran mochila de encima. Fue una sensación tan pero tan placentera y tan liberadora que por primera vez en mucho tiempo empecé a sentirme feliz por mí.
Lo hablé con mi mamá, me entendió y me apoyó. Así que colgué un delantal para agarrar una calculadora. Empecé la carrera de Contador Público en la Facultad de Ciencias Económicas.
Ya sé que fue un cambió muy drástico, pero fue un cambio hermoso. El primer día de clases tenía miedo, miedo de sentirme vieja entre tantos niñitos recién salidos del secundario. Sin embrago, para mi sorpresa, no fue así. Tengo compañeros de todas las edades, que van desde esos niñitos recién salidos de la secundaria con las hormonas alborotadas hasta un señor grande que podría ser mi papá.
Me encanta lo que estoy estudiando, y lo mejor de todo es que me va bien. Además tengo un grupo de compañeros divino. La mayoría trabajamos, todos nos sacrificamos y no existe maldad entre nosotros, ni siquiera competimos.
Ese fue mi segundo gran paso.

Después de muchos gritos, varias peleas y demasiadas lágrimas, Federico y yo nos sentamos por primera vez a hablar como dos personas adultas y maduras. Nos dimos cuenta que a pesar de todo el cariño y amor que había, y hay, entre nosotros, no nos hacemos bien. Nos dimos cuenta que ya no nos hacíamos felices mutuamente. Quedaron muchas cosas por decir, pero creo que nunca van a ser dichas. El tiempo cura las heridas, y honestamente las mías están sanando bastante bien.
Sé que no es la primera vez que escribo esto, que Fede y yo ya tuvimos varias idas y venidas, pero ésta vez es diferente. Esta vez es en serio.

Otro gran paso que hice fue que renuncié a mi trabajo de secretaria en el laboratorio. Puedo sentarme a escribir tres horas sobre las mil y unas situaciones que viví mientras trabajé en ese lugar, pero no vale la pena. Los últimos días ahí, opté por tomar una postura en la que no me calentaba por nada. Si tenían ganas de gritar, que griten. Si se enojan porque llego media hora tarde, problema de ellos.

Creo que trabajando en ese lugar, envejecí unos cinco años. Es un trabajo demasiado estresante, con muchas responsabilidades y con presiones agobiantes.
Siempre creí que el trabajo de secretaria era lindo y fácil. Lindo es, pero no es fácil. Especialmente cuando tu jefa considera que ella es dueña de tus tiempos y de tu vida en general.
Fui feliz esa semana en la que cuando dije “Me voy”
Fue algo que mi jefa no esperaba, pero que tuvo aceptar.
Sé que nadie es indispensable en este mundo, pero también sé que para ellos va a ser muy difícil encontrar a otra persona que me remplace. Lástima que uno valora las cosas cuando las pierde, ella va a valorarme a partir de ahora cuando “Pini” no esté para solucionarle cada una de las cosas que ella no sabe resolver.


Lo malo de dejar ese trabajo es que en ese lugar conocí al mejor amigo que hice en mi vida. Se llama Esteban, es bioquímico y durante un año que compartí todas las mañanas con él. Solo yo sé cuanto lo extraño, pero también sé que ese lazo tan especial que existe entre nosotros va a ser imposible de cortar.
Más de una persona me preguntó si yo estaba enamorada de él, y la verdad es que no lo estoy. El amor que siento por Esteban es tan sano y tan puro que me resulta imposible verlo como hombre. Es mi amigo del alma, un ser con el que nunca discutí y con el que nunca me enojé. Gracias a él cada uno de los días que fui a trabajar me reí; compartimos secretos, nos contamos nuestras historias y un par de veces lloré en sus brazos.

Esteban es una de las personas que más quiero. Y si aguanté más de lo que debía fue por seguir trabajando a su lado. Extraño horrores nuestros desayunos, nuestras charlas, nuestras bromas, sus mordidas; en fin, extraño TODO de él y de nuestra amistad.

Renuncié al laboratorio porque empecé a trabajar en Personal. Es un trabajo distinto, es mejor, con mejor sueldo, en blanco y con varias ventajas más. No es el trabajo ideal, yo quiero entrar a un banco y voy a seguir luchando y esforzándome para llegar; pero mientras tanto este nuevo trabajo me gusta y cumple con gran parte de mis expectativas. Además tiene un horario que me permite estudiar sin ningún tipo de inconveniente, incluso me dan días para rendir y/o estudiar (tal vez para el resto de las personas eso es normal, ya que es un derecho, pero nunca antes tuve un trabajo que cumpla con esa obligación)

Como puede verse, estoy dando muchos pasos y aún me falta contar sobre un gran paso que empecé a dar junto a otra persona. Pero ese paso se merece un post propio.

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